21 abril 2012

whispers in the dark

Una noche oscura, alumbrada por la escasa luz de las farolas de las solitarias calles, hay un cuerpo que perturba todo el silencio con sus pasos, lleva las manos ocultas sujetando algo.
Mira atrás para ver si alguien la sigue, sus pasos se aceleran, su miedo se podría palpar a kilómetros de distancia, parece que huye de algo o alguien. Sirenas de coches policías comienzan a sonar, ahora si que su miedo alcanza límites insospechados,sus piernas comienzan una carrera que sabe que durará mucho tiempo.
Imágenes acuden a su mente, no era su culpa, ella no quería nada de lo que había pasado, sólo quería una pequeña venganza, nada más.
Todo había comenzado esa misma noche, no podía aguantar más la rabia que tenía dentro, era la tercera vez que le perdonaba, y seguía mintiéndole y riéndose de ella como siempre lo hacía, no podía creer lo imbécil que podía llegar a ser, pero esta vez no iba a quedar todo como él quería.
Se vistió con aquel vestido que tanto le gustaba a él arrancarle y sus botas, y se dispuso a buscarle.
Lo encontró en su casa, borracho como una cuba y con miles de colillas por el suelo, daba simplemente asco, aún no sabía que le había enamorado de él. A partir de eso momento, todo sucedió demasiado rápido para ella, ambos comenzaron a chillarse el uno al otro, no paraban de decirse cosas hirientes, de hundir cada vez más sus almas, los ojos de él cada vez estaban más difusos, el alcohol y demás sustancias que había ingerido cada vez acentuaban más sus acciones, no era él, era el monstruo en el que se estaba convirtiendo desde el día en que comenzó a decir que no a todo lo que él le decía.
Las sirenas cada vez se oían más cerca, tenía miedo, mucho miedo, sus piernas cada vez corrían más, pero de nada servía.
Discutiendo con él, llegó un momento en el que perdió la conciencia de lo que pasaba, de repente, las manos de él estaban sobre su cuerpo y su boca sobre su cuello, ella intentaba quitárselo de encima, pero la diferencia de tamaños y los desvaríos de él hacían que fuera imposible. La cogió cual saco y la tiro sobre la cama, ella comenzó a pegarle, a gritar, pero a él le daba igual. No veía escapatoria, sabía que conseguiría salirse con la suya de nuevo, como siempre y ella acabaría rota de dolor una vez más. Rodó sobre si misma, consiguiendo escapar no se sabe como de sus brazos y salió corriendo escaleras abajo, su vestido desgarrado y sus ojos rojos de llorar no le daban mucha defensa, busco algo con lo que defenderse, pero no encontraba nada. Entonces él la encontró, volvió a por ella y  la agarró de nuevo enfurecido por su resistencia, ella encontró un bate de beisbol que podría ayudarla, y le golpeó con todas sus fuerzas, golpe tras golpe, el agarre de él cedía, así, como su vida también.
No podía parar de golpearle, no podía dejar que se levantara y volviera a dañarla, no podía dejar que fuera ella la que recibiera los golpes si fallaba.
De repente paró, gotas de sangre caían de su pelo y sus manos, estaba muerto, mejor dicho, lo había matado. Asustada, se fue, comenzó a correr y las sirenas comenzaron a oírse.
A la mañana siguiente, la encontraron, en uno de los callejones cercanos a la escena del crimen, delirando y diciendo cosas sin sentidos, sus ojos se encontraban en otro mundo, como si su cuerpo siguiera aquí, pero su mente estuviera en un lugar muy lejano. Lo único que consiguieron entender de sus palabras fue 'por fin soy libre'