03 julio 2012

Born to die


Todo comienza y termina igual.
Las palabras, los rostros, los recuerdos, todo surge y desaparece con el paso del tiempo dando lugar a miles de escenarios y actores que realizan papeles distintos dependiendo de la función.
El tiempo se vuelve el principal enemigo y el recuerdo su secuaz más doloroso.
Una habitación de hotel oscura, de paredes siniestras y muebles de otra época, contiene un cuerpo tumbado en la cama rodeado de imágenes, descansa tras una actuación breve pero intensa, sin vida ya.
Sus labios sin color, siguen entreabiertos tras la larga noche de llanto y el cansancio. sus ojos abiertos, dirigidos a ninguna parte, provocan dolor con solo observarlos.
Un triste final, para una pobre vida.
Las imágenes muestran sonrisas, tristes y alegres, muchas personas, abrazos, besos, distancias por respeto.
¿Cómo un alma puede llegar a desaparecer por completo?
El actor actúa, mejor o peor, triste o alegre, pero siempre actúa, sacando adelante la obra. El actor, es una mera metáfora de nuestra vida.
Este cuerpo se cansó de actuar, se cansó de no ser querido, de ser el único que trasmitía algo, de no sentirse vivo, de sentirse solo.
Quería vivir, quería sentir lo que hablaban las películas, lo que leía en las novelas que leía y que hacían que sintiera esperanzas, quería ser feliz y nunca lo fue.
Su dolor, para algunos una mera queja, era tan profundo, que por las noches, su cuerpo ahora sin vida, se encogía dentro de si mismo, hasta lograr convertirse en algo invisible al resto, e intentaba desaparecer.