22 septiembre 2011

Cigarettes

Una pequeña habitación, en penumbras, sin vida.
Tú, allí dentro, sintiéndote diminuta, invisible, te consumes.
El humo que aspiras penetra por tus orificios y le permites que divague a su aire,
cada una de las partículas que le componen te llenan y liberan.
Inclinas la cabeza atrás y lo dejas todo salir.
Todas esas sustancias malignas que lo componen te rodean, abrazan y asfixian,
tus preocupaciones parecen pasarse durante un rato, se está bien así.
Mis labios realizan los más dulces movimientos para dejar ir al humo, un humo que forma las más
extrañas formas jamás imaginadas.
El humo, huidizo, comienza a expandirse por toda la habitación, creando una atmósfera cargada y
espesa. No consigo ver con claridad el final de la sala.
La niebla comienza a mostrar una pequeña sombra, ¿humana?, no lo creo, ¿producto de mi imaginación?
Posiblemente.
Apoyo las manos en el suelo, está mojado, oigo agua correr al otro lado de la puerta; ¿acaso alguien se encuentra fuera de la habitación?
Por un momento pienso que alguien puede sacarme de aquí, salvarme, pero,
realmente sigue sin importarme, yo solo quiero que el humo me abrace y asfixie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario