20 junio 2016

Shades of Cool

Cierras el alma con la esperanza de dejar todo fuera, amenizando la estancia de tu etéreo cuerpo sin hacerse notar ante el espectáculo que es la vida.
Dulcemente acaricias con las manos los pliegues que te rodean, ondeando llenos de recuerdos, sentimientos y memorias que tanto te dan y tanto te quitan, pero que nunca se van; siempre permanecen envolviéndote sin dejarte marchar del todo.

Sonríes ante el calor del sol de otro día que no es hoy, los labios de otra persona, los ojos de otro amor; todo sigue girando sin parar en tu pecho haciendo caso omiso a tus reticencias.
Sientes como unas manos te cogen y te hacen dar vueltas sobre ti misma, cómo te hacen bailar al ritmo de una música que no oyes ahora, en un lugar que no es en el que estás, y con una persona que no es la que está junto a ti, pero sin embargo, es lo más real que has sentido en meses.
Esas manos te acarician despacio, pero sin llegar a tocarte, creando una sensación vacía de cercanía entre los dos, haciendo que cierres los ojos y te dejes llevar por esa música que no está ahora, pero estuvo alguna vez.

Las sensaciones siguen girando dentro de ti a la vez que tú giras en las manos de alguien que una vez fue un desconocido.
Las manos suben hasta tu boca, y la recorren con la yema de los dedos, haciéndote estremecer aun no estando allí; suspiros de añoranza salen entonces de tus labios cuando dejas de sentir esas manos sobre ti.

Abres los ojos y ya no hay música, ya no te rozan esas manos, vuelves a estar en tu habitación y no hay ningún antiguo desconocido; pero sin embargo, todo sigue estando allí, tan tangible como el primer día en que viviste esas emociones, sin intenciones de marcharse, sin intención de quedar en el olvido, porque a pesar de que ya no estén, todo eso, ahora, eres tú.

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