19 marzo 2012

A thousand years

Había una vez una chica.
Una chica huidiza, que siempre intentaba esconderse, no destacar, una chica, que quería ser lo más pequeña posible, para no llamar la atención. Acostumbraba a caminar sola, sin compañía, siempre con unos grandes cascos al cuello, y su cuerpo oculto tras capas de ropa; una cara bonita, pero marcada por la tristeza y por la soledad. Ella no quería nada, sólo que la ignoraran.
Todo aquel que alguna vez la hubiera visto, había sido allí, donde ahora la veo yo, en una roca sentada frente al ancho mar, con un cigarro en la mano, y los cascos puestos. Sus ojos, atormentados, se perdían en el horizonte sin que nada los interrumpieran. Parecía tan frágil.
Da una calada al cigarro, sus manos tiemblan al dirigirlo a sus labios, labios rojos y desgarrados.
Esa chica no creía en nada, ya fuera bueno o malo, porque su corazón ya no le permitía confiar.
Fumaba para pasar el tiempo, para dejar pasar todo ese tiempo que le sobraba y no quería. Las mangas de su blusa cayeron hasta sus codos a la siguiente calada, marcas de dolor se clavaban en sus brazos. Parpadea, lágrimas caen de sus ojos, sus facciones se encogían de dolor, a cada lágrima. 
Me moría por ir, por ayudarla, por hacerle sentir que no estaba sola, decirle mil palabras de amor al oído, prometerle que conmigo sería feliz, pero no puedo, porque yo soy el culpable de sus tristes facciones, de su alma desolada.
La abandoné contra todo, preferí echarla de mi vida a pesar de todo lo que suponía hacerlo, y este es el resultado. Maté por una de sus sonrisas, fui el más dichoso del planeta cuando ella con sus dedos recorría mi espalda cada mañana al despertar, sus ojos. Fui tan estúpido.
Y ahora la vuelvo a ver, tan bella como siempre, pero más triste que nunca. No sé como fui capaz de quitar lo mejor que he tenido nunca, lo único que llegué a amar, lo único que me hizo ser feliz. Daría cualquier cosa, por volver a oír su voz en mi oído recitándome poemas de amor, o abrazarla cuando se asustaba con tonterías.
En este momento, se acaba de acercar alguien a ella, creo que es la primera persona que se le acerca desde lo que pasó. Es un chico. Le tiende un pañuelo, y le sonríe cálidamente, ella, aún llorando, suaviza sus facciones. Se sienta a su lado y la rodea con un brazo, ella se ríe por alguna broma o tontería que habrá dicho el chico. Por primera vez veo un atisbo de felicidades en sus ojos, por primera vez creo que no servirá pedirle perdón, creo que por primera vez un beso no lo arreglará todo, creo, que definitivamente, la he perdido para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario